Cuaderno de Derechos Humanos 25 – Diagnóstico de las condiciones de trabajo decente de las trabajadoras domésticas afro colombianas en la ciudad de Medellín

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Erminda, luego de verse enredada en un lío jurídico a raíz de una demanda realizada por su patrona, comparece ante la fiscalía municipal. Las palabras del fiscal eran recurrentes: «¡Usted fue quien la agredió! Sus cargos son por violencia personal y daño a la persona». Al leerle los cargos, esta mujer respondió decidida: «Sí; y si me vuelve a decir lo que me dijo, yo vuelvo y la estropeo». Tal era el dolor, que ella continuaba diciendo: «Tráigala, y que me vuelva a decir lo que me dijo y la estropeo de nuevo». Era tal la ira, que parecía, incluso, que Erminda hubiese olvidado el sitio en el que se encontraba; entonces el fiscal le preguntó nuevamente: «¿Qué fue lo que pasó?» A lo que ella respondió: «Mire, yo le dije que me pagara mis días de trabajo que ya había trabajado todas las tres semanas, y ella me dijo que no me iba a pagar, que sólo me pagaba cincuenta mil pesos. Oiga, le dije: ‘¿y pa’ quién es ese poquito de plata? Me das mis doscientos mil pesos, que yo fue mucho lo que me maté y trabajé en esta casa’, y ella me contestó: ‘Esta negra si es creída, ¿acaso antes no eras esclava?’» Ante este testimonio, el fiscal dice: «Señora, usted debe mejorar su carácter». Erminda por su parte quedó tranquila, porque según ella y por sus medios le había hecho pagar a la patrona sus doscientos mil pesos. Hoy, con antecedentes legales de violencia, y su patrona con antecedentes de víctima, cada una continúa su vida. Nadie se cuestionó sobre la frase violenta y de discriminación racial que le dijeron a Erminda, tampoco por lo que recibió de pago y prestaciones sociales. Éste no fue el tema central, toda la atención giró en torno a la violencia de la empleada doméstica a su patrona.

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